En este momento de descontento del “pueblo argentino” consideramos imprescindible repasar los principales debates sobre el desarrollo, cuáles son las estrategias recomendadas para los países, y conocer los cuestionamientos que existen actualmente. Al respecto, es central retomar los trabajos de Diamand (1983) que, si bien son de hace más de 35 años atrás, adquieren vigencia aun en la actualidad muchos de sus posicionamientos.
Según Narodowski (2011), los trabajos de Diamond (1983) desarrollan la economía política del ciclo económico argentino a partir de la idea de que hay una corriente popular y otra ortodoxa que se alternan en el poder de acuerdo a la necesidad coyuntural. La primera, tratando de sostener el mercado interno y una política de industrialización, la segunda, intentando de frenar la inflación a costa del deterioro del poder adquisitivo de los trabajadores, con una política de fuerte restricción monetaria. En ese sentido, tiene ciertas similitudes con el pensamiento de García Delgado, quien habla del modelo productivo-inclusivo, y el regreso a las fórmulas de la ortodoxia económica. Los industrialistas plantean que el problema principal es que la devaluación con inflación y sin ajuste de salarios genera un tipo de cambio sólo compatible con la competitividad del agro. Los ruralistas argumentan que luego de 1930 el ritmo de crecimiento en Argentina cae notablemente debido a las políticas basadas en la transferencia del agro a la industria.
Estos cambios de política, Diamand (1983, p.38) lo explica afirmando que en la Argentina existe una total confusión de ideas respecto a la deuda externa y a la forma de enfrentarla, originada en el falso dilema ortodoxia-corriente popular. Aspecto central de las políticas sobre el desarrollo.
Los representantes de los equipos económicos ortodoxos locales no solo coinciden totalmente con las exigencias “eficientistas” del FMI, sino incluso suelen ser más entusiastas al respecto y para poder justificar antes sus propios compatriotas las medidas “eficientistas” presentan sugerencias doctrinarias del Fondo como condicionamientos imposibles de resistir.
En el otro extremo, la corriente popular suele adoptar actitudes de repudio a las exigencias recesivas del Fondo, pero, dentro de un esquema de referencia que más bien ignora el sector externo, sin tomar conciencia de que estas exigencias tienen el propósito de equilibrar las balanzas de pagos de los países. O sea, rechazan la recesión ortodoxa, pero sin formular una política coherente del sector externo que reemplace sus efectos equilibrantes.
Narodowski (2011), entiende que el siglo XX está signado por esa “batalla”, pero afirma que no hay ni vencedores ni vencidos, según el autor, el aporte de Diamand es central para entender este proceso trunco, pero la aparición de nuevos actores ha complejizado las alianzas. El concepto de desequilibrio estructural de Diamand es perfectamente compatible con estas definiciones, pero debe ser readaptado considerando lo que es dinámico en el postfordismo. La resolución del ciclo requiere de un aumento de productividad vía complejización, la inversión exógena no es suficiente, se requiere de procesos endógenos amplios y políticamente sostenidos. Aquí se halla la principal modificación, y desafío.
Según Nardowski, el subdesarrollo se explica porque las actividades complejas no logran dominar la gestión de las políticas, es decir, no se logran implementar medidas tendientes a diversificar la matriz productiva, agregando valor a los productos y servicios de la economía. El objetivo no es la industrialización sino la construcción de un proceso político y económico que les permita a los países subdesarrollados salir de la periferia e ir a una estructura compleja y competitiva, estable, social y espacialmente equilibrada.
También sostiene que esto sucede porque la lógica mundial, la de las áreas centrales de los países centrales, está regida por el agotamiento del Fordismo y el desarrollo de procesos productivos post-industriales, con sistemas organizativos flexibles, pero relativamente más colaborativos, que generan bienes y servicios post-industriales, financieros y post-modernos (de alto contenido estético). En los países periféricos –aun en sus “centros”– lo que predomina claramente es el trabajo taylorista, concomitantemente, se verifica la escasa autonomía de los actores y la pobre estructura institucional que los aglutina. En cuanto a la estrategia a seguir, según el autor, desde el punto de vista económico y en línea con nuestro enfoque se debe complejizar la producción y aumentar la población implicada en actividades complejas. Así es posible equilibrar la distribución del ingreso y ampliar el consumo interno sin graves problemas políticos internos.
El autor considera que habrá que definir si actualmente es posible –con la vigente concepción de desarrollo endógeno– lograr grandes ganancias de productividad con el expediente del aumento sostenido de la demanda, o si el proceso de inversión es suficiente para sostener la competitividad. En este artículo defenderá la hipótesis de que muy pocos países –Corea y los BRICs– han sido capaces de lograrlo, en el caso de los BRICs, con costos sociales altos.
Nuevamente, Narodowski (2011), como Rodrik (2005), Bresser Pererya (2007), Devlin & Moguillansky (2009), García Delgado y Ruiz del Ferrier (2013), entre otros, señalan a los BRICS como casos de éxito y estudio en materia de desarrollo económico, como así también destacan la problemática del déficit en la balanza comercial. Es así que las asociaciones público privadas vuelven a identificarse como una posible solución para algunas de las necesidades de financiamiento que tiene el Estado.